viernes, 7 de diciembre de 2007

The Police en Buenos Aires

En una entrevista a Stewart Copeland realizada por el periodista Roque Casciero y publicada el sábado 1 de diciembre en P/12, el baterista atribuía el concepto The Police a las fricciones conocidas entre él y Sting. Como que esa lucha de poder, ese big bang egocéntrico y creativo, era todo el sonido propio de la banda.
Algo de eso debe haber, evidentemente, porque lo que ocurrió en River Plate el fin de semana pasado es muy difícil de clasificar entre los parámetros actuales de la música popular (llámenle rock, si quieren, pero ya hablaremos de eso).
Vamos por los números duros: ambos recitales fueron exactamente iguales y, casi en un cien por ciento, se asemejaron a lo realizado por la banda en su gira mundial. Una presentación, perfecta, compacta de una hora y cuarenta y cinco minutos. Como casi todos los shows históricos de Police.
La lista de temas que ejecutó la banda estaba compuesta por 20 canciones. Y aquí surge la primera conclusión: ¿qué agrupación posee el privilegio de contar con 20 hits, 20 himnos indiscutidos y que, encima, queden perlas fuera? Y, además, habría que agregar que esos hits se concentran en solo cinco discos.
Último dato empírico: en todo momento fueron tres músicos en el escenario. Ni más, ni menos.
Y aquí comienza el desglose profundo acerca de la versatilidad de estos artistas en vivo. Lo primero que llama la atención es la integridad musical de cada uno. Sting, con una voz impecable, no desafina una nota y cuenta con un carisma escénico lejos de ese irritable personalismo de su carrera solista. Además, si se presta atención a sus dotes de bajista y considerando que la mayoría de los temas son de su autoría con una línea del instrumento muy fuerte, se aprecia su impecable poder de digitalización y su capacidad para lograr una base compleja y virtuosa para cada composición.
Andy Summers, como siempre el más medido de los tres, se las ingenia para jugar con acordes que están fuera de los parámetros del rock actual. Un solo de Andy concentra más estilo y estructuras armónicas que la mayoría de los temas creados de los noventa para acá (conviene escuchar sus dos discos de jazz: Green Chimneys, homenaje a Monk, y Peggy’s Blue Skylight, homenaje a Charlie Mingus)
Y para el final queda Copeland, verdadera fiesta de la noche. Si alguien piensa que el rock está agotado y que es necesario mantenerlo vivo atravesando sus límites, ahí esta el baterista (¿percusionista no es más adecuado?). Copeland toca. Y toca, y toca, de una manera imposible de imitar, con un estilo impresionante. Sus cruces, su juegos con platillos son, ciertamente, la marca Police, y gran parte de ese sonido que les permitió ser considerada la banda más importante de los ochenta y, porque no, una de las mejores de la historia, en cuanto a cualidades personales y nivel compositivo. Y, lo más lindo de todo, es que ese sonido está intacto. No, mejor dicho, se potenció muchísimo.